Wilco Zeelemberg, Carlos Cardus y John Kocinski, Assen 1990

El GP de Holanda ya no es lo que era

Vaya por delante que ésta es una entrada fuera de lugar y que sólo es una catarsis que me quema entre las manos. Vaya por delante que no va de competición y, vaya por delante, que entenderé cualquier «ya te vale» que cualquiera que lea esto pueda soltar.

Wilco Zeelemberg, Carlos Cardus y John Kocinski, Assen 1990
Wilco Zeelemberg, Carlos Cardus y John Kocinski, Assen 1990 Foto © Archivo Repsol Media

El próximo día 26 de junio de 2016 se celebrará el Gran Premio de Holanda y será la primera vez que lo haga en domingo, no sé si en la historia o desde una cantidad de años que ahora mismo no estoy dispuesto a investigar. Una costumbre que respetaba no sé qué fiesta hay en Holanda durante el último domingo de Junio, seguro que estos días es un dato que saldrá por todos los sitios posibles.

Siempre lo he dicho, siempre lo diré, que revistadelmotor.es me brindó la oportunidad de escribir las notas de cada GP con total libertad de expresión y sin ningún tipo de encorsetamiento que el que yo mismo me pudiera imponer, y cada año, en el Gran Premio de Holanda (y el año pasado con los amigos de motocuatro) me gustaba contar el cuento (porque eso es lo que soy, un cuentacuentos de medio a ningún pelo) que el Gran Premio de Holanda se celebraba en sábado porque el último domingo de Junio mi padre celebraba su santo, San Pedro. Hasta el presente año, en el que el Gran Premio se celebrará en domingo.

No sé hasta qué punto mi padre supo nunca que soy motero por su culpa. Ni en mi familia ni en mi entorno se han vivido (ni se viven) las motos ni las carreritas, pero un buen día mi padre tuvo a bien comprarme una revista de motos (un Solo Moto 30, con la comparativa de las SSP de 1990 con la preciosa ZZR 600) que prácticamente le quite de las manos y memoricé. Él mismo debió darse cuenta de su error cuando comprobó que las revistas de motos crecían por la habitación y de repente, me quedaba despierto para ver carreras de madrugada. Aquel año Cardús le tocaba las pelotas a Kocinski en 250 (o era al revés?) y fue el primer mundial que viví «de verdad». Tanto que yo también pateé la NSR con los novedosos colores de Repsol. Él mismo debió darse cuenta de su error cuando unos cuantos años después me vio aparecer con una BMW de 650 por casa… El mismo, cuando vio la última bicha que llevé a casa el pasado febrero, simplemente sonrió y dijo «quien tuviera 30 años…» a lo que no pude menos que contestar «la verdad es que sí, que quien los tuviera».

Mi padre también me enseñó (entre otras cosas) que lo importante de un viaje es el camino, y aunque él no era motero recorría las rutas más largas al destino sólo para subir un puerto o pasar por éste o aquél pantano, una manera de llegar a los sitios que distingue a moteros, a los viajeros, a los curiosos, a los que exploran para después volver con su gente, para poder decir «mira dónde estuve», para poder decir «echa por este camino que te va a gustar».

Curiosamente, el próximo día 26, el primer GP de Holanda en domingo, hará tres meses que mi padre nos dejó. Y el Gran Premio de Holanda ya nunca será lo que era. Pero bueno, sólo son carreras de motos.

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